lunes, 5 de enero de 2009

PARA OLVIDAR, PRIMERO HAY QUE RECORDAR

PARA OLVIDAR, PRIMERO HAY QUE RECORDAR

José Guillermo Fouce, Profesor Universidad Carlos III y Coordinador Psicólogos sin Fronteras Madrid

Me gustaría comenzar esta reflexión con algunas sencillas preguntas. Cuando un día estimado lector, muera usted o muera alguien a quien quiere, su pareja, su hijo, su padre, su madre… como por nuestra condición humana resulta inevitable ¿Cómo le gustaría que le recordasen? ¿Qué le gustaría que ocurriese? Si además su muerte hubiese sido una muerte violenta, un asesinato ¿Qué le pediría a sus familiares? ¿Qué le gustaría que hiciesen? ¿Qué le pediría a la sociedad en la que vive?

Por supuesto no hay una respuesta única a estas preguntas, pero sí cabe establecer algunos elementos comunes a todos los seres humanos. Nos gustaría que se supiese lo que nos ocurrió y se nos hiciese justicia, que se reparase nuestra perdida a nuestros familiares, que se respetase nuestra última voluntad de ser enterrados o incinerados con dignidad, como seres humanos. Querríamos también que nuestros familiares continúen su vida, mezclando recuerdo con olvido, olvido siempre relativo y solo tras cumplir nuestro “deber” con el ser querido y perdido. Querríamos que la sociedad nos reconozca nuestro papel de víctimas, nos acompañe y reconozca la perdida y lo perdido, reparándolo.

Para que se produzca además este olvido relativo primero hay que hablar, expresar emociones y sentimientos, verbalizar lo ocurrido, reconocer la perdida, recolocar las emociones y pensamientos, habilitar un espacio de nuestra memoria para la persona perdida.

Nadie en una perdida olvida por completo, guarda en su memoria lo ocurrido, lo aprendido con la perdida y a la persona que perdió.

Esto es lo que nos enseña la evidencia y la literatura con respecto a las pérdidas y su elaboración; en el plano colectivo, es lo mismo que señalan los derechos humanos: verdad, justicia y reparación. Pero si atendemos a otras fuentes, como la religión, lo que viene al caso dadas las circunstancias, la misma señala también la necesidad de enterrar a la persona perdida de acuerdo a las creencias, recordarla en el tiempo, homenajearla, dignificar su perdida.

Por eso resulta hoy ingenuo, además de imposible e increíble cuando no hipócrita, cínico cuando no inmoral, “recetar o defender” el olvido, cuando además el mismo se defiende solo para los que no comulgan con las propias ideas, porque a las victimas propias se las sigue homenajeando, incluso llevándolas a los altares, cuando quien receta el olvido o lo defiende bendijo como santa cruzada la caza y muerte del otro, legitimando los fusilamientos, los enterramientos en las cunetas o la represión y el miedo a los familiares frente a toda su doctrina, la del perdón, la del recuerdo, la del propósito de enmienda o los actos de constricción.

Si en ningún caso se puede decir que los dos bandos implicados en la guerra fueron y actuaron igual, mucho menos se puede decir lo mismo del tratamiento que se dio a las victimas, unas fueron homenajeadas casi cotidianamente y lo siguen siendo, se conoció y reconoció lo que les ocurrió, se reparó económicamente y materialmente lo perdido, se enterró a los propios muertos. Mientras las otras victimas, muchísimas más en número, siguen enterradas mayoritariamente en las cunetas, siguen sin ser reconocidas, sigue sin conocerse y reconocerse lo que les ocurrió, siguen sin repararse su perdida.

Estas tareas pendientes, que seguirán presentes pese a que pretendan ocultarse o detener su movimiento, no pueden ser abordadas desde una óptica meramente individual, del dolor individual o de la familia, porque los hechos son colectivos y la verdad, la justicia o las reparaciones simbólicas o materiales no son de carácter individual ni pueden serlo. La sociedad debe reconocer lo ocurrido, hacer justicia, reparar a las victimas durante tantísimo tiempo silenciadas, darles voz, escucharlas, conocer su pasado y dignificarlas, algo que va más allá de las fosas, aunque estas sean hoy un elemento central.

Por eso, como nos recuerda amnistía internacional, solo se puede pasar página, si primero se lee, solo se puede olvidar y de manera relativa si antes se conoce lo ocurrido, se entierra a las victimas donde corresponde, se las repara, si se hace justicia y se las dignifica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario